17 febrero 2013

Atisbos No. 168. Humberto Vélez.

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LOS ENEMIGOS DE LA PACIFICACIÓN- LOS OCULTOS,
LOS VISIBLES Y LOS INTERNOS-  PUEDEN
FRUSTRAR EL PROCESO.
Humberto Vélez Ramírez*.

El actual proceso de pacificación con algunas reformas- importantes y hasta históricas serían la reforma rural y la transformación de las Farc en partido político legal- en lo vertical y horizontal se encuentra atravesado por múltiples enemigos. Agazapados unos, muy visibles otros, de todos ellos se ha hablado, pero es nada o casi  nada lo que se ha dicho de los errores de sus amigos, que también pueden incidir en la frustración de esta irrepetible experiencia. Con esto último, en concreto nos estamos refiriendo a algunos errores, y hasta horrores, de los  dos equipos de negociadores, hasta ahora dificultosamente blindados y hasta salvados por uno de los buenos  acuerdos realizados en esa primera y muy saludada etapa de exploración: que lo que suceda en los escenarios geopolíticos de la confrontación armada, de modo explícito no se traslade a la Mesa de la Habana.
De entrada, queremos resaltar que en la academia existen voces serias que tienen sus serias dudas sobre el futuro del proceso. Nos referimos al profesor y politólogo Ricardo García: para él eso de que los enemigos sigan combatiendo mientras conversan, aunque no es de modo necesario fatal, sí puede llegar a serlo si no hay indicios  serios, 1. de que las Farc quieran efectivamente transformase en partido legal, y 2.de que las élites gobernantes quieran efectivamente darse la pela en materia de transformaciones agrarias. [1]
En la pasada última semana  de enero, el proceso Oslo-La Habana  pasó por su más aguda crisis, generada no en la Cuba de Martí sino en la escalada por la que ha pasado y continúa transitando la confrontación armada. A este respecto, el listado de acciones de guerra, legítimas e ilegítimas, en lo empírico es muy abundante, pero por economía de espacio no lo podemos recoger en este breve ensayo. Al pasar esta información, con tratamiento diferenciado por las Mas Media, se sensibilizó a la opinión pública con efectos también diferenciados.
En general,  la opinión pública colombiana en los últimos  tiempos se ha evidenciado muy voluble - por razones ligadas a la cultura de poder institucional  vigente en Colombia, ayer apoyaron rabiosamente la propuesta de guerra de Uribe, mientras hoy adhieren con  timidez a  la apuesta pacificadora de Santos - pero ha habido un punto en que ha mantenido una constante: sus reacciones negativas contra las acciones ilegítimas de guerra, contra el secuestro sobre todo.
De todas maneras, en general al re-escalar la guerra uno y otro bando, las acciones han sido bien miradas y hasta aplaudidas cuando las han realizado las Fuerzas armadas del Estado, pero han sido criticadas y hasta rabiosamente cuestionadas cuando han sido realizadas por las Farc. En esta asimetría en las reacciones de la opinión pública han tenido incidencia, primero, los enemigos visibles de la pacificación, el uribismo sobre todo,  y segundo, algunos Medios de difusión estando entre ellos los de mayor sintonía y más amplia lectura. Esto no obstante, importa destacar que las críticas más sostenidas a las Farc han estado, de modo válido,  asociadas a sus acciones ilegítimas de guerra: el secuestro; el tratamiento indigno dado a los prisioneros de guerra exceptuando quizá a los tres últimos; el uso generalizado de las minas antipersonales; y la apelación a los carros bombas. Es decir, ¡como para que retornemos a leer el DIH en los acápites correspondientes  a acciones legítimas e ilegítimas de guerra!
Mantengamos en ese sentido, la hipótesis de que la re-escalada armada  ha sido válida, [2] sean las que sean las razones que cada bando alega para realizarlas. El gobierno: 1.para mantener una ofensiva estratégica que viniendo desde el gobierno de Pastrana y pasando por el octoenio de Uribe, ha llegado hasta el de Santos con éxito relativo; 2.para no permitirles a las guerrillas respiro armado alguno; 3.por miedo al todavía poderoso Uribe; y 4.para permitirle a Santos- esta razón es implícita-  negociar y acceder a un final del conflicto sin desmontar la estrategia de Seguridad democrática. Y las Farc, 1.para evidenciar  que todavía son poderosas en lo militar;  2.para ganar fuerza en la subjetividad de sus negociadores en la Habana; y 3.como efecto de demostración ante los países de América Latina y del mundo, para inyectarles  el imaginario de que todavía son una alternativa de Estado en Colombia.
Digamos por tanto, que si las Farc quieren contribuir todavía en forma más vigorosa a blindar el proceso, al re-escalarlo deben evitar toda acción de guerra ilegítima asociada a todos los problemas encerrados en la denominativamente  compleja palabra secuestro. Y en sus apreciaciones sobre la materia, tanto el gobierno como sus negociadores en la Habana deben ser claros  y precisos al respecto. Aún más, en vez de ponerse inútilmente a demandarle al gobierno que hagan acuerdos para regularizar humanitariamente la guerra interna, por iniciativa propia, de modo progresivo, deberían realizar acciones orientadas a ajustar sus conductas militares a los parámetros del DIH.
Sabemos que en la normativa humanitaria internacional existe la figura del prisionero de guerra. Entonces, una cosa es retener a una persona contra su voluntad por razones económicas o políticas- siendo esto lo que se denomina “secuestro”-  y otra cosa es que una persona caiga en un combate en un contexto de acciones legítimas de guerra, siendo esto  lo que se conoce como “prisionero  de guerra”. Al respecto el DIH es muy claro, al precisar que a éste se le debe dar un tratamiento digno coherente con su dignidad humana. Por otra parte, casi todos los 9.500 farquianos y elenos retenidos en las cárceles del país, también son prisioneros de guerra y el DIH exige que se les brinde un tratamiento coherente con su condición humana, situación que parece muy alejada del carácter de mazmorras que evidencian la mayor parte de los centros de reclusión de Colombia.
El DIH no postula que a un secuestrado se le deba dar un tratamiento humanamente digno, por la sencilla razón de que para esta normativa  el secuestro es un crimen de lesa humanidad, que no debe hacer presencia en los conflictos armados tantos internos como entre Estados. En esta dirección,  El DIH no existe para regular las relaciones entre secuestrados y secuestradores, sino, entre los combatientes y  entre éstos  y la población civil no combatiente.
Ahora, ¿Qué sucede cuando a un prisionero de guerra no se le da un tratamiento coherente con su condición de ser humano?, ¿Cambiará ipso facto  su condición de prisionero de guerra por la de secuestrado?.
Esa metamorfosis no se encuentra regulada por normativa humanitaria alguna, máxime cuando, como ya se dijo, el DIH de modo categórico rechaza el secuestro como una acción ilegítima de guerra. Entonces, se tratará de un prisionero de guerra maltratado y vilipendiado y tratado aún de modo peor que la media  de secuestrados y los responsables de esas acciones se estarán pasando por la faja el DIH. [3]
Por estos días, nos ha llamado la atención que un analista del conflicto haya traído a colación la tesis que buscó verificar en lo empírico, según la cual en Colombia el mayor número de víctimas no provenían propiamente del conflicto interno armado y que por lo tanto, no había que focalizar tantos esfuerzos hacia esa temática y problema. Ese fue un punto que la academia verificó hace ya más de dos décadas cuando se precisó que las muertes dejadas por la confrontación armada, no reflejaban su  enorme impacto cualitativo sobre el conjunto de la vida social del país.[4] Y así ha sido, ya se haya abandonado la dinámica de la confrontación armada a su propia espontaneidad,  ya se haya buscado una solución política o ya se la haya tratado con más guerra. Ahora como nunca, sabemos que a  este conflicto hay que buscarle final.
Si no se pudo por la vía militar, con vigor ciudadano habrá que apoyar ahora el proceso de la Habana cuando las condiciones de negociación son las mejores de cara a las otras experiencias pacificadoras. “Estando en la Habana, dijo el martes 12 de febrero Humberto de la Calle Lombana a delegados del Consejo Gremial y de la Asamblea de la ANDI, veo que hay una oportunidad real para la paz”.[5]  
Por consiguiente, que el gobierno emprenda con decisión el mejoramiento de las cárceles colombianas- en ellas están como prisioneros de guerra unas diez mil personas, muchas de ellas con represión adicional - y que las Farc anticipen lo que sería hacer política de un modo distinto, ajustando de modo progresivo, su accionar armado a las exigencias  de la normativa humanitaria internacional.  



*Profesor investigador. Universidad del Valle. Programa de Estudios Políticos y Resolución de Conflictos. Director Fundación Ecopaís.
[1] . García Duarte, Ricardo. “Guerrear, negociar con las Farc ¿tragedia sin desenlace?. SEMANA, 8 al 14 de febrero 2013.
[2]  González Uribe, Álvaro. “EL JUEGO DEL FUEGO” El Mundo, 16-02-2013.
[3] Patiño, Germán. “PAZ Y DIH”. El País, 11.02-2013.
[4] Varios. COLOMBIA, Violencia y Democracia. Informe presentado al Ministerio de Gobierno, Universidad Nacional de Colombia, 1987.
[5] Elespectador.com,  miércoles 13; López  de Guerrero Milagro “GOBIERNO Y FARC DICEN  QUE PROCESO DE PAZ  AVANZA A BUEN RITMO”, El Tiempo, 10-02-2013.


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