30 noviembre 2016

ATISBO 253 CON LA VISCOSA OPOSICIÓN DEL URIBISMO Y LA MAS DISRUPTIVA DEL NEOPARAMILITARISMO.

ATISBO ANALÍTICO N°253, Armenia, REDUNIPAZ,  noviembre 23 de 2016, ECOPAIS, un Nuevo estado  para un Nuevo país, Humberto Vélez r.


con la viscosa oposición del uribismo  y la más disruptiva
del neoparamilitarismo, el nuevo acuerdo de paz
se ha abierto camino.

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Si el nuevo Acuerdo de Paz, de pacificación lo llamamos nosotros,  no encuentra su refrendación definitiva antes de que el presidente Santos vaya a Europa, o sea antes del 10 de diciembre, a recibir el Nobel de las Víctimas, es muy posible que algo tan voluntarioso y funcional y bondadoso como el Cese bilateral del fuego lo dinamite en mil astillas. Por mucho que en estos Atisbos hayamos anhelado los escenarios  de una Asamblea Nacional Constituyente o el de los 1.200 municipios colombianos constituidos en Cabidos Abiertos, estos 18 días son definitivos, pues  tendrá que ser ya, en la hora de ahora, o Colombia tendrá otras   décadas más  de la más bárbara y desregulada  guerra. Después de lo acontecido ayer  21 de noviembre cuando el Uribismo se colocó donde debía estar, en la oposición al anterior y al nuevo Acuerdo, a este sólo le faltan tres cosas que no pueden enredarse a punta de leguleyismo:

PRIMERA: UNA  DESEABLE  REFRENDACIÓN  O LEGITIMACION SOCIOCIUDADANA. Ya no hay tiempo para un nuevo Plebiscito; por otra parte, el presidente Santos, constitucionalmente ya no está obligado a realizarlo, pues en su segunda presidencia recibió el mandato de buscar la paz; y en tercer lugar, nos guste o nos disguste, el Congreso, que es un órgano de elección popular,  puede legitimarlo apelando al Acto Legislativo de la Paz, que si ya no está vigente, lo puede reformalizar  en sesiones muy rápidas del Congreso.

SEGUNDA: UNA NECESARIA REFRENDACION  NORMATIVA, ES DECIR ASIGNARLE VALOR  JURÍDICO, COMO DECIR, ATESTIGAR ANTE COLOMBIA Y EL MUNDO  QUE ESE ACUERDO POSEE VALOR LEGAL. Por una vía similar a la anterior, esta operación también  la puede realizar el Congreso. Y no es que éste no pueda echar para atrás el nuevo Acuerdo, pero en la actualidad todo el mundo sabe que tiene las mayorías para aprobarlo, capacidad política que no posee el Uribismo para desaprobarlo.

Y TERCERA :  SU MÁS SANA Y SALUDABLE  Y SOCIALMENTE SUPERVISADA IMPLEMENTACIÓN.  En  nuestra opinión, la implementación legal  del nuevo Acuerdo, mediante reformas legales y un paquete robusto de proyectos, no va a ser tan dificultosa, pues, en elevada medida y en muchos aspectos, tal como veremos,  ese nuevo pacto no es más que la aplicación efectiva de la Constitución de 1991.

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Al condensar, en apretada síntesis el contenido del Acuerdo originario, así lo recogimos en el Atisbos Analíticos No 252 del 3 de noviembre del presente año[1]:
a.    Durante 100 horas , el Equipo Negociador de Santos  escuchó a las distintas fracciones de El No y en una relatoría que recogía  410 propuestas, el 6 de noviembre se fue a la Habana a renegociarlas con las Farc;
b.    El título del Atisbos 252  recogió así el  espíritu y las  lógicas del nuevo Acuerdo: “De las 410 propuestas, ni mucho de   “lo aceptable” por desorganizarlo; ni “lo inviable” por anularlo; pero sí “lo indispensable para salvarlo”;
c.    La lógica del  Nuevo Acuerdo sólo se hace inteligible recordando  la índole y los alcances del Acuerdo originario, que no era más que una propuesta de inicio de la pacificación del país- o de dejar de matarnos-, la que, no obstante sus abundantes  297 páginas, sólo tenía siete componentes muy concretos, así: Primero: el inicio de la pacificación mediante la dejación de las armas; Segundo: la transición de las Farc de la política a tiros a la política por la vía del juego democrático; Tercero: la puesta en marcha de un Acuerdo Agrario Integral, que no implicaba una reforma agraria pero sí, entre otras cosas importantes, un obligar al componente  zonal improductivo de los latifundios, casi todos con vocación agrícola, a cumplir con la función social de la propiedad privada constitucionalmente establecida en Colombia desde 1936; Cuarto: la gestación  de condiciones  institucionales, fiscales y culturales para impulsar la vigencia de la muy constitucional democracia de participación ciudadana; Quinto: la ruptura de las Farc  con todas las formas de relación con el narcotráfico, así como su cooperación efectiva para aplicar una política social humanitaria a la masa de pequeños productores de drogas ilícitas; Sexto: la colombianización de la Justicia Transicional bajo la novedosa forma de una Jurisdicción y de unos Tribunales Especiales de Paz atravesadas por la idea teórica y práctica de los derechos de las víctimas como referente central; y Séptimo: el acompañamiento de las Naciones Unidas , sobre todo y ante todo,  para hacer el monitoreo y la verificación de la dejación de armas, para realizar acciones conjuntas con miembros del Ejército orientadas a reparar a las víctimas, para garantizar la seguridad de los miembros de las Farc y para facilitarles sus incorporación a la vida civil;
d.    Entonces, bueno, regular o pésimo, ése fue el contenido básico del Acuerdo originario; lo demás no fue más que agregados  de los distintos grupos de interés;
e.    La producción de un  Nuevo Acuerdo, se dijo en el Atisbos 252, exige que la dimensión consensual- su construcción a partir de las diferencias y distancias  que no anulen su substancia originaria-  predominen sobre su dimensión  coercitiva – aparentar negociar para distraer  la atención, para ganar tiempo y para dilatar tal como lo hizo la fracción líder del No;
f.     Aún más, no se podrá olvidar  que una de las fracciones del No, precisamente la uribista, no solamente  se ha opuesto  a los diálogos  de la Habana en sí, sino que, detrás de esa postura ha ocultado la real oposición de un sector del bloque en el poder a toda reforma social importante no importa que ésta sólo tenga un alcance democapitalista tal como ha sucedido con el Acuerdo rural integral al que han asumido como un ataque contra la propiedad privada; y
g.     Finalmente así recogimos en el Atisbos 252, las siete razones que, en la etapa postplebiscito, han robustecido la necesidad de unos Acuerdos serios con las guerrillas: En esta coyuntura post plebiscito, los partidarios del no podrán pasar por alto que la opción  de insistir en los diálogos con la guerrilla hasta alcanzar la pacificación  se ha cualificado, así: 1. la irrupción proactiva de la juventud estudiosa a favor del dejar de matarnos  ha sido vigorosa; 2. según la última encuesta de Gallup, esa opción ha alcanzado un 77% de respaldo ciudadano, el más elevado en 16 años[2]; 3. de acuerdo con esta misma Encuesta, realizada la última semana de octubre, la disminuida imagen de las Farc mejoró  a un 19%; 4. varios de  los responsables del NO, sobre todo Pastrana y Marta Lucía Ramírez han evidenciado no compartir el conjunto de los cuestionamientos de Uribe; 5. la misma jerarquía católica, que  en el plebiscito  se casó con la tesis  de la neutralidad, en reunión con delegados del gobierno precisó, “esta oportunidad de paz con las Farc no se puede dejar pasar”; 6. Héctor José Pardo, uno de los pastores que viajaron a la Habana para dialogar con las Farc, ha declarado: que solicitaron  cambiar el “enfoque de género por el del derecho de las mujeres”, pero que “nuestra preocupación  no tiene que ver  con que los jefes guerrilleros  no vayan a la cárcel o con que participen en política. Queremos la paz  y esperamos que se logre el acuerdo”[3]; y  7.como nunca en relación con Colombia, la opinión  internacional  se ha dolido tanto por lo que sucedió en el país con los resultados del Plebiscito.

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Teniendo como referente los ya citados 7 componentes concretos del Acuerdo originario, veamos ahora cuáles  fueron los cambios, ajustes y precisiones recogidos en el Nuevo Acuerdo:
a.    El proceso de dejación de las armas: recordar que este  proceso quedó trunco con los resultados del Plebiscito  y al respecto, nada cambió en materia de tres fases para que las Farc se concentren en campamentos y veredas en un plazo de 180 días contados a partir de la firma del nuevo Acuerdo para hacer la entrega de las armas a la ONU
b.    La participación en política de las Farc: de acuerdo con Humberto De  La Calle, de modo explícito se excluyó a las Farc de la posibilidad de presentar candidatos propios en las Circunscripciones Especiales para la Paz, además que se redujo la financiación del partido que surgiese de su transición y se redujeron sus emisoras, que deberán compartir con las víctimas y las comunidades[4]. Y según Sergio Jaramillo, en la gestación del nuevo Acuerdo “lo más difícil fue el debate sobre sanciones y participación política…La discusión sobre elegibilidad política  fue particularmente difícil, porque es el tema que justifica un proceso de paz. Esa es la estructura del negocio: dejación de las armas a cambio de participación política y  seguridad”. Entonces, dada esta situación, se decidió en la renegociación dejar en manos de los Magistrados que integrasen  la Jurisdicción Especial de Paz el asunto de decidir quiénes podían o no participar en política. “Ellos, se reescribió entonces, en su criterio, decidirán si la participación política es compatible o no con el cumplimiento de las sanciones”.
c.    La puesta en marcha de un Acuerdo Agrario Integral: de acuerdo con el mismo  De La  Calle se precisó que en el tema Reforma rural Integral se incluían a la agroindustria   y al turismo como parte de las soluciones  para el desarrollo del campo quedando, por lo tanto, garantizado el derecho de propiedad privada;
d.    La democracia de participación  ciudadana: se precisó que no había una ideología de género sino, más bien un enfoque de género para dar prioridad a la atención a las mujeres víctimas del conflicto existiendo, además, la libertad de cultos[5]; en la renegociación  no se hizo más que insistir en temas que ya están en la Constitución como la ampliación y profundización de la democracia, el fortalecimiento de la participación ciudadana  y el surgimiento de nuevas fuerzas en el escenario político;
e.    El problema del narcotráfico: se acordó que las personas que vayan a la Jurisdicción Especial de Paz  deben “entregar toda la información  detallada sobre el negocio para poder establecer responsabilidades”; por otra parte se precisó que el gobierno no renunciaba a la erradicación forzosa incluida la fumigación; en materia de conexión  del narcotráfico con el delito político se acordó que se definirá caso por caso de acuerdo a la jurisprudencia colombiana sobre el tema;
f.     La colombianización de la Justicia Transicional: uno de los puntos más debatidos entre expertos, aunque con seguridad la mayor parte de la ciudadanía no alcanza a precisar qué significa el término, fue precisar  si el Acuerdo de Paz entraba o no hacer parte del llamado Bloque de Constitucionalidad o sea en términos  más sencillos,                                                                                                                                                 si entraba o no a hacer parte de nuestra legislación interna. Las Farc decían  que esa era la única forma  de blindar o proteger lo pactado en clave de seguridad jurídica; Humberto de la Calle, por su parte, menos receloso, señalaba  que los principios que inspiraban el Acuerdo serían un parámetro de aplicación y guía tanto normativa como práctica; por su parte, la oposición rechazaba con radicalidad tal posibilidad. Al final, en la renegociación se definió que en la Constitución  sólo quedarían los temas de los derechos humanos  y del DIH, lo que como es lógico incluirá el tema del presente y futuro de la guerra. De  todas maneras, se acordó que el nuevo Acuerdo sería depositado internacionalmente  como Acuerdo Especial y que sería el Congreso el que mediante un Acto Legislativo incluiría en la Carta Política un artículo transitorio precisando  que aquellos contenidos que corresponderían a esas dos materias eran de modo obligatorio  parámetros de interpretación.[6] Otro tema altamente debatido fue el de la relación de La Justicia Transicional con la Justicia Ordinaria colombiana. Al respecto en materia de la Jurisdicción Especial de Paz, el nuevo Acuerdo habla del respeto al debido proceso, del principio de imparcialidad, de la debida publicidad y de la garantía del principio de contradicción en la valoración de la prueba, así como de la doble instancia. Según Humberto de la Calle se usarán  los recursos de las Farc en la reparación de las víctimas quedando éstas obligadas a entregar un inventario detallado de bienes y activos[7]. El asunto espinoso de cárcel para los guerrilleros sancionados por delitos graves fue superado, pues se precisaron detalles claves como fijar los espacios territoriales donde se ubicarán los sancionados durante la ejecución de la sanción correspondiente y hasta se aceptó la idea de Uribe de que fuese en colonias agrícolas. Finalmente, se aclaró  que en el caso de los miembros de la Fuerza Pública, la aplicación de la Justicia Transicional debe partir del reconocimiento de que el Estado tiene como fin  esencial garantizar y proteger los derechos de todos los ciudadanos.

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Si ya el Acuerdo originario era limitado en sus contenidos substantivos, el nuevo lo ha sido mucho más. Por eso como puntos problemáticos se pueden resaltar los siguientes:
a.    La obsesión por  la tesis sobre la sostenibilidad fiscal, que siempre permitirá afirmar, “eso está muy bien, pero no hay plata para financiarlo”, lo que va en contra de las lógicas de un Estado Constitucional que siempre programa el gasto como un componente objetivo de las Políticas Públicas ;
b.    La prohibición de Nuevas Zonas de Reserva Campesina;
c.    El enfoque idealizado de una relación funcional y amigable entre la visión empresarial de la tierra y las economías campesinas;
d.    La prevención  de que  la expropiación por razones de improductividad de los latifundios es un atentado contra la propiedad privada;
e.    La animosidad contra el requisito constitucional del impacto ambiental; y
f.     La eliminación de Magistrados Extranjeros , por lo menos, para una selección más técnica de los Magistrados de la Jurisdicción Especial de Paz.










[1] . Atisbos Analíticos 252,  fundacionecopais.blogspot.com, noviembre 3 de 2016.
[2] . “Según Encuesta mejora la imagen de las Farc y apoyo al proceso de paz, última semana de octubre del 2016, www.eltiempo.com
[3] . Idem.
[4] . Declaración  de Humberto de La Calle tras la reunión con los voceros del NO, 22 noviembre 2016
[5] . Declaración de Humberto de la Calle tras la reunión con los voceros del No, 22 de noviembre de 2016.
[6] . García Segura, Hugo, “Humo blanco en la Habana”,  El Espectador, 12 noviembre 2016.
[7] .Declaración de Humberto de la Calle tras la reunión con los voceros del No, 22 noviembre 2016.

08 noviembre 2016

ATISBO ANALÍTICO 252- LA LÓGICA DE UN NUEVO ACUERDO: DE LAS 410 PROPUESTAS, NI MUCHO DE LO ACEPTABLE POR DESORGANIZARLO; NI LO INVIABLE POR ANULARLO; PERO SI,LO "INDISPENSABLE" PARA SALVARLO

Atisbos  analíticos  252, ARMENIA,  noviembre 3 de 2016, HUMBERTO Velez Ramírez, redunipaz  y redpazejecafetero, humbertovelezr@gmail.com, 
                                                                                                                                    
                                       fundacionecopais.blogspot.com




La lógica de un Nuevo acuerdo: DE LAS 410 PROPUESTAS,
Ni mucho de “lo aceptable” por desorganizarlo;
Ni “lo inviable”  por  anularlo;
Pero sí,
“lo indispensable” para salvarlo.

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Tras escuchar y escuchar y escuchar a  variopintos representantes de las  fracciones de “El NO”  con  410 propuestas[1]distribuidas   bajo la forma de una muy objetivista relatoría en 57 heterogéneos ejes temáticos y 750 páginas de comentarios, el 6 de noviembre  estuvo de regreso a la Habana el Equipo Negociador de Santos, liderado por el prudente y lúcido exnadaista Humberto de la Calle Lombana; renuente a negociar algo  con la oposición  y tras mucha y longa escucha, ese grupo se fue   a la Isla de Martí   al encuentro de la contraparte farquiana[2] que, en el lomo de una muy  difícil coyuntura, ha terminado por convertirse  en el sujeto político más  decisivo para el presente y  futuro de los Acuerdos. Aunque in pectore Santos sabe cuánto y hasta dónde  puede ceder a Uribe  para que el empeño de la pacificación no se le evapore entre las manos,  en la Habana, el Secretariado farquiano, en condición  de ejército rebelde militarmente no derrotado, también sabe hasta dónde puede ir para mantener en alto la lógica intrínseca a toda negociación: la reciprocidad y la calidad  de las concesiones recíprocas.
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Pero, en el orden lógico, sólo se tornan inteligibles esas tres notas del nuevo Acuerdo- “lo aceptable” mientras  no lo sobresature y desorganice, lo viable que en vez de anularlo lo enriquezca  y lo indispensable que lo salve”- si, en apretada síntesis, recordamos la índole y los alcances del Pacto originario de la Habana dado a conocer  el pasado 26 de septiembre del 2016. Más allá de los deseos de cada quien y de cada grupo, se trató de un Acuerdo, que aunque  limitado en sus contenidos- solo cubría una de las dimensiones substanciales de la paz, la de la pacificación o el  dejar de matarnos-   así como  en sus protagonistas- sobre todo y ante todo, Gobierno y Farc-, sin embargo, era muy preciso y delimitado y orgánico en sus temas  substanciales pues, no obstante lo abultado del texto, la mayor parte de las 297 cuartillas no era más que el detalle ideológico-político-técnico  de 7 componentes interrelacionados muy concretos:
a.       el  dejar de matarnos -o sea el inicio de la pacificación mediante la dejación de las armas-   con la guerrilla más antigua, importante e impactante siendo ésta apenas una de las cinco dimensiones substantivas de la construcción de paz;
b.      mediante su conversión en un partido político, la transición de las Farc de la política a tiros a la política por la vía del   juego democrático de ideas y de proyectos  de construcción de nación;
c.        la puesta en marcha de un Acuerdo Agrario que, sin implicar una reforma agraria ni un freno a la agricultura capitalista y hacendataria pero sí un castigo constitucional al componente improductivo del latifundismo, en nuestra  opinión, permitirá  reposicionar  y proyectar  y sacudir las para el país muy importantes   economías campesinas, sobre todo en materia de marchar hacia la soberanía alimentaria;
d.      la gestación de condiciones institucionales, fiscales y subjetivas para impulsar la vigencia de la muy constitucional democracia de participación;
e.        la ruptura de las Farc con todas las formas de relación con el narcotráfico, así como su vigorosa cooperación  para un  manejo  humanitario del problema sobre todo  en lo relativo con un campesinado empobrecido partícipe en una u otra dimensión  del problema de las drogas ilícitas;
f.       la colombianización de la Justicia Transicional bajo la novedosa forma de una Jurisdicción y  un Tribunal Especiales de Paz, semiestatal y ad hoc y transitoria, orientada a colocar a todos los Victimarios en condiciones objetivas y subjetivas propicias para  poder cumplir  su obligación moral y política de reparar a  8 millones de víctimas impulsando acciones y definiendo medidas y recursos dirigidos a garantizar la realización efectiva de sus derechos; para esos efectos se pactó que para los Máximos responsables de delitos atroces  no habría cárcel pero si sanciones alternativas pudiendo, por otra parte, las Farc crear su propia partido para participar en política;

g.      el acompañamiento de las Naciones Unidas, sobre todo, para hacer el monitoreo y la verificación  de la dejación de las armas, para iniciar acciones conjuntas con miembros del Ejército orientadas a reparar a las víctimas, para garantizar la seguridad de los miembros de las Farc  y para facilitarles su incorporación a la vida civil.


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En sus líneas más robustas – bueno, regular o pésimo- ese fue el contenido substantivo del Acuerdo   que se firmó en Cartagena el 26 de septiembre; lo demás han sido agregados subjetivos de cada quien, conjeturas de muchos sin base empírica seria, tergiversaciones amañadas y mal intencionadas de tantos,  invenciones  de un sector contrario a los diálogos,  enredos de otros miles que asumieron como acuerdos lo que apenas  había sido una discusión pasajera más entre las tantas que hubo, pero además, lo demás también fueron inquietudes y preguntas serias en torno a puntos imprecisos cuyo desarrollo se quedó a mitad de camino o a vacíos de necesario relleno ahora si se quiere salvar el Acuerdo originario.
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Un punto central a precisar en la actual coyuntura: ¿acaso  la participación de Uribe, el más importante opositor del No amén que líder de todos los cuestionadores, es  una condición sine qua non para la validez política de un nuevo Acuerdo entre elites­? En nuestra opinión si, por las razones que sean, no se produce un consenso entre las fracciones políticas del bloque en el poder, el movimiento social  por la paz, donde se encuentra el colectivo básico de los subalternos, en una línea de inspiración  gramsciana  puede negociar con la  fracción que propicia la apuesta de pacificación con las consecuencias que ella implica según los 7 temas que le dieron forma al Acuerdo originario recogiendo algunas de las precisiones y ajustes presentados por otros sectores del No. La producción de un nuevo Acuerdo exige que su dimensión consensual-  su construcción  a partir de las diferencias y distancias que no anulen su substancia originaria- predomine sobre la dimensión coercitiva- aparentar negociar para distraer la atención, para dilatar y  tratar de imponer el punto de vista de uno de los negociadores. Entonces, el Centro Democrático está en su derecho de manejar una alternativa estratégica distinta para abordar el conflicto interno armado y que sea esta la ocasión para que ponga a prueba su realidad de fuerza política democrática haciendo una clara  ruptura con  sus anteriores  formas de equívoca relación con una u otra versión del paramilitarismo. Entonces, sin negar la posibilidad de que Uribe, para no echarse encima la responsabilidad de la reanudación de la guerra interna, reasuma posiciones positivas que ya tomó cuando era presidente, sin  embargo, en la coyuntura es muy difícil que ello ocurra cuando lo que busca es la vicepresidencia y, por eso,  coincidimos  con la postura de dos importantes analistas  con respecto Uribe,
“Que no lo inviten más. Que no le toleren más  coqueterías de prima donna. Lo único que hace es aprovechar las invitaciones para ganarle tiempo a su rechazo: no para destrabar el proceso de paz entorpecido por el triunfo del No en el plebiscito, sino para enredarlo más. Que se den cuenta por fin de que Uribe no tiene la menor intención de contribuir a la paz por la sencilla razón  de que no quiere que haya paz en Colombia”, escribió Antonio Caballero[3];  “muy pronto tendremos que olvidarnos del gran acuerdo nacional en torno a la paz…Uribe recoge… esas ideas, conservadoras,  tradicionales, intolerantes y refractarias  a la solución política de los conflictos…Uribe como Donald Trump, como Silvio Berlusconi en su momento, dicen lo que mucha gente quiere oir…Si el Consejo se atreve  a validar que Uribe esté como  candidato a la Vicepresidencia en el tarjetón…es obligatorio que los temas de paz  y el posconflicto sigan en el primer lugar de la controversia pública. De ahí  que no exista la menor posibilidad  que el uribismo se comprometa en serio con fórmulas que faciliten la firma conjunta del acuerdo de paz con las Farc y la culminación rápida de las negociaciones con el ELN”, ha precisado León Valencia.[4]
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Pero,  aún más, como ya lo advertimos en el anterior Atisbos, el No 251 del mes de octubre,
Existe, por otra parte, en el rechazo de los opositores a los Acuerdos, una dimensión que no ha sido suficientemente enfatizada por una buena parte de los analistas. Hasta antes de los resultados del 2 de octubre, éramos muchos los que hablábamos  de la posibilidad de que Colombia, a partir del simple  dejar de matarnos  acompañado no   de una genuina reforma agraria sino de la mera reforma rural integral pactada, pudiese entrar a una etapa  de transformación de la sociedad a partir de un cambio importante en las relaciones sociales rurales. Es que  con el simple hecho de tocar problemas como los del avalúo catastral, el de un fortalecimiento del impuesto predial y el del papel de las olvidadas economías campesinas en la definición de una estrategia orientada a  lograr la soberanía alimentaria, se estaría  produciendo ya un tremendo y  desacostumbrado revolcón  en el conjunto de la vida social.[5] Por la tanto, habrá  que recuperar la idea de que en  la oposición a los Acuerdos  se encuentra  también oculta la real oposición de un  sector importante del bloque en el poder a importantes reformas sociales, políticas e institucionales”.
Ha sido precisamente  ésta la posición que ha venido liderando Uribe Vélez en los últimos 15 años. En la actual coyuntura post-plebiscito, por mucho que Uribe, en apariencia, haya suavizado sus posturas contrarias a las lógicas de la negociación de un conflicto armado tan largo y sangriento e impactante como el colombiano, aquellas, en cuatro items esenciales, continúan perturbando la esencia misma del originario Acuerdo Habanero: 1. con su apuesta de un nuevo tipo de encarcelamiento para los ex-guerrilleros y no para el conjunto de los victimarios; 2.con su tesis de la no elegibilidad para los responsables de crímenes atroces; y 3. con su idea de la constitucionalización  de la Justicia Transicional por la vía de  su subordinación  a la Justicia Ordinaria; y 4. con sus reservas sobre la posibilidad de la expropiación administrativa consagrada en la propia Constitución y para cuya eliminación habría que reversarla.  

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En esta coyuntura post plebiscito, los partidarios del no podrán pasar por alto que la opción  de insistir en los diálogos con la guerrilla hasta alcanzar la pacificación  se ha cualificado, así: 1. la irrupción proactiva de la juventud estudiosa a favor del dejar de matarnos  ha sido vigorosa; 2. según la última encuesta de Gallup, esa opción ha alcanzado un 77% de respaldo ciudadano, el más elevado en 16 años[6]; 3. de acuerdo con esta misma Encuesta, realizada la última semana de octubre, la disminuida imagen de las Farc se trepó  a un 19%; 4. varios de  los responsables del NO, sobre todo Pastrana y Marta Lucía Ramírez han evidenciado no compartir el conjunto de los cuestionamientos de Uribe; 5. la misma jerarquía católica, que  en el plebiscito  se casó con la tesis  de la neutralidad, en reunión con delegados del gobierno precisó, “esta oportunidad de paz con las Farc no se puede dejar pasar”; 6. Héctor José Pardo, uno de los pastores que viajaron a la Habana para dialogar con las Farc, ha declarado: que solicitaron  cambiar el “enfoque de género por el del derecho de las mujeres”, pero que “nuestra preocupación  no tiene que ver  con que los jefes guerrilleros  no vayan a la cárcel o con que participen en política. Queremos la paz  y esperamos que se logre el acuerdo”[7]; y  7.como nunca en relación con Colombia, la opinión  internacional  se ha dolido tanto por lo que sucedió en el país con los resultados del Plebiscito.


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Otros cuestionamientos, que no los inviables uribistas nugatorios de la esencia del Pacto originario, pueden ser discutibles y transables, por ejemplo, que un victimario responsable de crímenes atroces no pueda ocupar puestos públicos mientras no cumpla, por lo menos, parcialmente, sus sanciones alternativas o que el nuevo Acuerdo, no obstante ser asumido como un Acuerdo especial, por decisión de la Corte no entre a formar parte de la legislación ordinaria y del bloque de constitucionalidad o que entre un mínimo de 5 años y un máximo de 10 sea la vigencia de la Jurisdicción Especial de Paz o que se precisen mucho más los compromisos de los victimarios con la reparación material de las víctimas definiendo acciones, medidas y posibles recursos así como lo relativo a los delitos conexos al derecho de rebelión o que se especifiquen con mayor detalle los beneficios políticos de los exguerrilleros o que se diferencie con mayor nitidez la distinción entre el necesario  manejo bajo un enfoque de género de los problemas de  las mujeres víctimas y victimarias y de la población  LGTB y la irrupción de una perversa ideología  de género en la educación de los hijos. Mucho de esto será necesario para salvar el Acuerdo sin anularlo con  propuestas inviables que afectarían su esencia más íntima, así como su narrativa central.


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Entre las 410 propuestas presentadas, muchas, asumidas de forma aislada, pueden ser aceptables, pues recogen demandas  válidas de uno u otro sector ciudadano,  pero, incorporadas  al nuevo Acuerdo, no harían más que romper su organicidad  por tener nada que ver con su naturaleza y alcances. Hace 15 años cuando por fin en el Caguán se concretó una agenda de discusión, casi todos sus componentes tenían que ver con propiciar en Colombia un profundo cambio social. Fue entonces cuando el expresidente López Michelsen dijo que las Farc pretendían  que  el gobierno les hiciese por decreto  una revolución social. Entonces, los poderes del establecimiento, asustadizos, se fueron en contra del proceso del Cagúan y el propio López, abriéndole así una puerta a Uribe, señaló que, para que no demandasen tantas concesiones, a las Farc, antes de sentarse a negociar  con ellas, había  que golpearlas y debilitarlas militarmente. Como para aprender del pasado. En ningún país, y menos en Colombia, una revolución social democrática podrá ser el resultado de una negociación política entre las fracciones del bloque en el poder  y uno u otro sector de los subalternos, lo que no significa que de ella no se puedan desprender importantes consecuencias sociales. Como sería el caso de ahora. El Acuerdo originariamente pactado, como ya dijimos es restringido y limitado en contenidos, así como en protagonistas. Sin embargo, aplicado, aún con precisiones y ajustes, puede sacudir al país, sobre todo, desde el sector rural al jalonar, por las vías democráticas, un amplio movimiento social ciudadano  agrario capaz de producir  importantes cambios sociales.  

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Lo que más apremia en el actual proceso es el problema de los tiempos. Si no fuera por éstos, tal como lo hicimos en el Atisbos 251, seguiríamos defendiendo el escenario de una Asamblea Nacional Constituyente, que sería la que le proporcionaría a los Acuerdos los más amplios soportes sociales y ciudadanos o ahora defenderíamos la posibilidad de los Cabildos Abiertos en los 1.100  municipios del país. Pero sea  lo que sea, en la coyuntura, la necesidad del menor tiempo posible para gestar un nuevo Acuerdo no se encuentra asociado al 10 de diciembre cuando Santos recibirá el Nobel de la Paz, sino, más bien, a la situación crítica en que se encuentra  el proceso  de dejación de armas con un cada día más insostenible cese técnico y político bilateral del fuego. Apenas acunándose, el proceso quedó en el limbo. Por eso el nuevo acuerdo debe gestarse pronto, con Uribe o sin Uribe,  so pena de que se evapore y pierda  todo lo que se ha avanzado en favor de la pacificación.







[2] .”Santos ordena trabajar con propuestas del No hasta lograr Acuerdo”; “N0viembre, plazo que se ponen gobierno y farc”, El Tiempo,  6 de noviembre 2016, pgs. 2 y 3;  “EL balón está en manos de las Farc. Propuestas del No llegan a la Habana”, El Espectador, 6 de noviembre  2016, pg.2; Semana, “Bitácora de un diálogo agridulce”, Edición 1801, del 6 al 13 de noviembre.
[3] . Caballero, Antonio, “Marear la Paloma”, Semana, Edición 1800, del 30 de octubre al 6 de noviembre, pg.106.
[4] . Valencia, León. “Uribe en el Tarjetón de 2018”, Semana, Edición 1801, del 6 al 13 de noviembre de 2016, pg.66.
[5] . Vélez Ramírez, Humberto, Atisbos Analíticos 251, octubre 2016.
[6] . “Según Encuesta mejora la imagen de las Farc y apoyo al proceso de paz, última semana de octubre del 2016, www.eltiempo.com
[7] . Idem.