29 abril 2017

ATISBO ANALITICO 257.¿Con que ESTADO se va hacer el abordaje de la Construcción de Paz en y desde los Territorios Comunitarios?

Atisbos Analíticos  257, Armenia, abril 21 de 2017, Humberto Vélez Ramirez, profesor HONORARIO de la Universidad del Valle; Nodo regional De REDUNIPAZ del suroccidente colombiano, publicación de ecopais, Fundación “estado-comunidad-pais” ; por “un nuevo estado para una nueva Colombia. humbertovelezr@gmail.com, fundacionecopais.blogspot.com/

 










¿Con qué ESTADO  se va a hacer el abordaje de  la Construcción de Paz en y desde los Territorios Comunitarios?

1.723 palabras)

En esta etapa de Pos-acuerdos- La Habana, estamos a abril del 2017, el  tema del Estado  no ha entrado  a hacer   parte de  la Agenda de nadie, ni siquiera de la de los actores directos de la guerra interna y de la negociación; en un primer nivel de aproximación al asunto del Estado, sólo de paso y como mera  ocasional referencia, de vez en cuando algunos  analistas  lo han traído  a colación con expresiones  genéricas asociadas a  la idea de  la necesidad de “llevar el Estado a las Regiones”,  de “construir un proyecto nacional de Estado en la periferia del país”, así como  de “enhebrar Estado a partir de las realidades locales y de los procesos participativos de las Comunidades territoriales”.  Pero, por esa vía, este primer grupo de  analistas  no ha logrado llevar el asunto del Estado  a la condición de un  tema central  y auto-sostenido  de la  actual Agenda  de reflexión y de análisis de los problemas presentes y futuros del Colombia. En la actualidad, en esa Agenda nacional, el problema   de la guerra interna ha sido reemplazado  por el de la corrupción pero siempre con la misma y reiterada  tradicional orientación: la de aplicarle, bajo otro nombre,  a los grandes conflictos  de Colombia el mismo “pésimo remedio”  que los generó ocultando así las causas reales de cada problema concreto,  acuciante y comprometedor casi siempre para una u otra fracción del bloque en el poder.

A guisa de ejemplo, si en 1964 no se hizo en Colombia una reforma agraria no fue porque las elites dominantes   realmente le creyesen a Alvaro Gómez Hurtado el cuento de que por esa vía el país  se iba a desintegrar en lo territorial  con una serie en cadena de “Repúblicas Independientes” sino  porque  en esos tiempos en Colombia no había Estado capaz de  decidirla y ejecutarla; entonces, el Gobierno de Guillermo León Valencia, 1962-1966, mediante el más desproporcionado ejercicio militar que ha habido en Colombia, el de la Operación Marquetalia, le respondió con balas al campesinado empobrecido que la demandaba y lo que se le vino encima a Colombia no fue la eliminación de la  posibilidad de que en muchas regiones surgiesen Para-Estados paralelos fácticos sino una más que cincuentenaria guerra interna, de la que apenas  en este 2017, mediante la Negociación de la Habana, se ha empezado a salir; y ahora en esta etapa histórica pos2017, no como contraste sino como enorme semejanza, dificultoso va a resultar sacar avante el Acuerdo1 de la Habana , el del cambio rural integral, porque   ya son numerosos los indicadores que señalan que en las Economías Campesinas- allí donde viven y habitan y piensan y sienten  y practican y gozan y lloran casi 9 de los 12 millones de personas que habitan en el campo colombiano- todavía no hay   Estado; allí en las más de 80 mil veredas, o territorios comunitarios campesinos, existentes en Colombia, el Estado,  más que una histórica realidad, no  ha sido más que un reflejo engañoso, un  efecto perverso, una dolorosa y apabullante  consecuencia de algo invisible sin huesos  ni carne llamado ausencia estatal.
Pero, como caminero  duende perverso nos sale al paso ahora  una quemante pregunta: si en 1964 no se hizo una reforma agraria porque para la masa de subordinados  allí  donde ellos habitaban no había ni había habido Estado, ¿será que  para este 2017 ya ha logrado existencia, o, por lo menos,  será posible empezar a inventarlo  y a darle forma  en esta coyuntura de oportunidad en la que, como resultado dialéctico de la  Negociación de la Habana, se ha asomado en el horizonte la posibilidad de jalonar en el  país un drástico  cambio funcional y  positivo a partir de una modificación importante de las relaciones sociales en el campo?
 A esta pregunta, en este Ensayo le responderemos con un vigoroso Sí, pero se trata de un “sí” doblemente  condicionado,

1.      ”, si el movimiento social-ciudadano por la Paz  recoge, imbrica  y reintegra los múltiples retazos que, dispersos y sin comunión entre ellos, tiene regados por todo el país en sus contextos, a. regionales y locales; b. sociales-políticos-gremiales específicos; y. cívico mentales individuales, dando lugar a un vigoroso movimiento de Paz de carácter  nacional que tenga peso en la relación de fuerzas que mueven el país; y
2.      SÍ”, si el Movimiento social-ciudadano  por la Paz  introduce en su Agenda, de modo social y participativo, el asunto de la REFORMA DEL ESTADO como uno sus puntos centrales. Y decimos Reforma del Estado porque no se trata de llevar a las Veredas o Territorios Comunitarios el Estado que en la actualidad tenemos los colombianos, un Estado que aunque ha realizado acciones importantes hasta modernizadoras en el nivel central, en su accionar de conjunto ha sido un Aparato de Estado tardío, ineficiente, inoperante, discriminador, corrupto y casi siempre “quedado”.

Como el anterior “SÍ” 2 es el tema central de este Ensayo, digamos de entrada qué es lo que entendemos por Estado. En teoría es la más  importante instancia institucional del poder político, que, como fenómeno de fuerza,  posee el monopolio de la legítima coerción y que, como fenómeno de consenso, es capaz de darle dirección hegemónica al conjunto de la nación .  De todas maneras, sea la sea la concepción que se tenga del  Estado, sea la que sea la caracterización que se pueda hacer del Estado colombiano, sus instituciones, al funcionar, han sido las correspondientes a las de un Aparato tardío, ineficiente, inoperante, discriminador, corrupto y casi siempre “quedado” para atender las demandas e intereses del conjunto  de los subordinados  pero muy eficaz  y pronto y avispado, pero también corrupto, para atender los requerimientos de unas minorías ciudadanas con poder real y con  enorme capacidad  flexible de ejercicio de la subordinación como han sido las distintas fracciones del Bloque en el poder.    

Pero, antes de continuar desarrollando este Ensayo, importa destacar que en la actualidad ni las Farc ni el Estado han formulado, de modo explícito, reflexiones sistemáticas ni mucho menos propuestas orgánicas sobre la reforma del Estado para esta etapa pos-conflicto interno armado. Comprensible es que así haya sido, pues al tema no tuvo cabida en la limitada Agenda de la Habana, sobre todo, porque el Equipo de Delegados del Gobierno de entrada se opuso a que se abriese cualquier tipo de debate sobre el Modelo socioeconómico de dirección del país. De todas maneras, durante el proceso de definición de los cinco Acuerdos Centrales, ambos temas, el del Modelo de desarrollo y el de la Reforma del Estado, de modo inevitable por las rendijas  se abrieron paso siendo siempre bloqueados por los Representantes del Gobierno de Santos. Para la Delegación de las Farc, por cierto, el asunto resultó molestoso, pues su pasado les recordaba  que  históricamente habían surgido con la misión de subvertir el Estado capitalista reemplazándolo por un Estado alternativo; pero, para la Delegación del Gobierno el asunto no era pertinente, pues sus miembros total o parcialmente  adherían al neoliberalismo práctico que, impuesto por la correlación de fuerzas en el mundo capitalista, como principio sine qua non ha postulado que  el mercado, que no  el Estado, es el más importante ordenador de la vida social. Pero si así aconteció en el interior del estrecho diálogo Gobierno- Farc y si como se ha evidenciado que en las 80 mil veredas existentes en Colombia no hay Estado, entonces  se sobre-impone una hipótesis central que enunciamos así: Sin iniciar la instalación, en lo regional y estatal, de una incipiente forma adecuada de Estado será imposible empezar a construir paz positiva  en y desde los territorios campesinos comunitarios. Precisamente hace ya un poco más de 100 años, cuando-  tras la más larga y sangrienta y socioeconómicamente  destructora  de las guerras civiles, que facilitó el zarpazo norteamericano en Panamá-   Colombia iniciaba la transición del siglo XIX al XX, Rafael Reyes dijo que con el “pedazo” de Estado que le había llegado del siglo decimonónico no se podía pensar en jalonar el país hacia el progreso económico. Y por eso, lo primero que hizo fue adecuar el Estado en esa dirección: inició la reforma de las Fuerzas Armadas buscando que alcanzaran el monopolio de la legítima coerción- nada de armas en manos privadas-,  reordenó territorialmente el país asumiendo como eje la noción de departamento, puso en marcha nuevas Políticas Públicas de corte pro-capitalista, previó un nuevo aparato institucional, se asoció con los que tenían algo de dinero para poder poner en marcha una nueva Política monetaria, se abrió al capital extranjero, aun arrodillándosele a Estados Unidos,  porque los ricos de Colombia eran unos pobres en el contexto internacional y apeló a  un sistema de estímulos fiscales orientado a fomentar la producción de algunas materias primas. Es decir, para enfrentar el reto de la modernización capitalista, buscó darle forma institucional a un nuevo tipo de Estado. Lo que hicieron los gobiernos que vinieron hasta principios de 1930, tal vez con la excepción de Carlos E Restrepo  y de Pedro Nel Ospina, fue frenar y echar para atrás muchas de las medidas tomadas por Reyes en procura  de crear Estado en función del progreso económico.

En este Ensayo no es que pensemos que en los últimos años no haya habido en Colombia estudios y hasta importantes  propuestas prácticas sobre la reforma del Estado; lo que hemos dicho es que para esta coyuntura histórica, la de propiciar cambios en el país en su conjunto a partir de una importante transformación  en las relaciones sociales rurales, el tema no ha entrado todavía, de modo sostenido, a hacer parte de la Agenda de casi nadie. En los Atisbos 255 y 256 hemos iniciado una reflexión al respecto muy enhebrada alrededor de la idea de que, por lo menos, la construcción de paz en y desde los territorios campesinos comunitarios, se inicie, como el mínimo de la construcción de un nuevo Estado,  con UN  REORDENAMIENTO TERRITORIAL DEL PAIS MUY ENHEBRADO EN LA IDEA DE LA CREACIÓN  DE LAS REGIONES O ESTADOS REGIONALES, posibilidad con fundamentos  explícitos en la Constitución de 1991.


  

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